Stalin, predicaba Neruda, encarnaba los idóneas de paz y progreso humanos, la esperanza de los oprimidos de todo el mundo. Y por ello, al leer los 2 poemas juntos, salta a la vista la impecable insensibilidad de poeta con respecto a las víctimas, en especial los pequeños, cuyas imágenes utiliza para subir al paroxismo la indignación moral contra la figura del general. Pues si verdaderamente le indignaran a él tanto como recomienda, mucho más le habrían indignado las víctimas de todas y cada una de las edades causadas por el stalinismo, en cantidad incomparablemente superior a las atribuibles a Franco. Pero las de Stalin no merecían a Neruda una fácil alusión compasiva. Y no por el hecho de que ignorase su existencia, pues solo la ignoraba quien cerrara deliberadamente los ojos.
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En general, el día de hoy la actitud académica prevalente hacia el viejo Caudillo oscila entre la clásico aversión, muy reavivada en los últimos años, y la consideración del personaje como un dictador de segundo orden, despiadado, vulgar y mediocre. La hondura del odio que le fué tributado, merecido o no, señala algo muy distinto de la mediocridad, y lo mismo dado que a lo largo de cuarenta años derrotara, militar y políticamente, a todos sus contrincantes, nada desdeñables muchos de ellos, sorteando peligros verdaderamente mortales. Esto no hace su trayectoria histórica positiva, pero excluye para ella el calificativo de mediocre. Dejo aparte la manía de hoy de retratarlo como un estúpido o poco menos.
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Azaña acostumbraba a quejarse de la poca afición de su gente a utilizar el cerebro, y quizá repetiría hoy la crítica a quienes así “razonan”. Las mencionadas expresiones de odio tienen un toque peculiar viniendo, por lo común, de personas ateas. El tema excede los límites de este ensayo, pero vale la pena arreglar en de qué forma Neruda ubica a Franco en un infierno de eternos e indecibles tormentos en el cual, como buen stalinano, no podía opinar. Según su doctrina, Franco, hiciera lo que hiciese, como el propio Stalin, como Hitler o él mismo, estaban destinados a transformarse en carroña exactamente igual que todo el mundo, sin ninguna reparación o justicia ulteriores, y por consiguiente sin significado. Aun si cabía esperar que las generaciones venideras compartieran el odio de Neruda, nada de ese odio podría afectar ahora al Caudillo, vencedor hasta el objetivo, por más que le deseasen el imposible infierno. Estaría lejísimos de la realidad esperar que toda la literatura antifranquista proviene del marxismo.
Naturalmente Stalin no tomó a la ligera la guerra de España, más allá de las difíciles condiciones materiales para su intervención en ella. Stalin no debió encajar con buen ánimo su fracaso después de tanto esfuerzo, y varios de los aconsejes mandados por él a España sirvieron de chivo expiatorio, fusilados o desaparecidos oscuramente en el terror de la época. Los sobrevivientes (Malinofski, Vóronof, etc.), demostrarían pocos años después, peleando contra la Alemania nazi, que Stalin no había mandado a España personal de segunda categoría, sino a varios de sus mejores elementos militares y policíacos. Inútil decir que los fusilados, en su mayor parte, no lo fueron por mala calidad profesional, sino más bien por “desviaciones” ideológicas” más o menos inventadas. Para Neruda las muertes fabricadas por los franquistas formaban homicidos inexcusables porque afectaban a personas de ideas “avanzadas”, marxistas muchas de ellas, solicitantes a una sociedad perfecta, sin explotación, sin injusticia social, sin opresión. Stalin hizo fusilar, entre otros muchos, a mucho más comunistas que absolutamente nadie, muchos más que el Caudillo; pero cualquier orgulloso staliniano como Neruda sabía que se trataba de falsos comunistas, agentes del imperialismo, fascistas disfrazados.
La hay del mucho más variado carácter y de colosal dureza, desde la socialdemócrata a alguna democristiana o monárquica. Pero sí cabe apuntar que la más persistente, apasionada y dura fué la procedente del comunismo y sus alrededores. Como fue comunista la oposición verdaderamente sostenida y seria contra el régimen de Franco. No todo el planeta odiaba o detesta a Franco, claro está, pero quienes lo han detestado lo hicieron con una intensidad nada común, y en ese sentido puede considerársele uno de los individuos más odiados del siglo XX.
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Con todo, seguía siendo una mancha negra en su expediente, y el aplastamiento final de Alemania le ofreció una segunda oportunidad para eliminar a un contrincante detestado, a quien su propaganda había logrado detectar con Hitler y Mussolini. Fuera de España muy pocos, si alguno, vaciló entonces de la pronta liquidación de Franco y no pocos aspiraban a verle seguir la fortuna de Mussolini; en el país, la visión agrietó considerablemente al régimen. Aunque España no entraba en la esfera de influencia soviética aceptada por Churchill y Roosevelt, seguía teniendo un gran interés para Stalin, y este hizo cuanto pudo por aislar al franquismo, declarándolo apestado internacionalmente, como primer paso para su derrocamiento. El segundo paso consistió en el maquis, la guerrilla estructurada por los marxistas a fin de reanudar la guerra civil, ocasionar una intervención de las democracias e establecer un régimen, si no socialista, por lo menos muy avanzado. Y sin embargo, asombrosamente, asimismo fracasó en esta intentona, segunda humillación que no ha podido hacerle una felicidad excesiva, aun contando con sus éxitos arrolladores en otros campos.
El general había dejado a su contrincante, dice Felipe, “desvisto y errante por el planeta”. Pero la España derrotada se llevaba consigo la canción, “la voz vieja de la tierra”, y dejaba a Franco, por ello, inútil para “recoger el trigo o alimentar el fuego”. Detalla el poeta un poder tiránico impuesto por la pura crueldad, productor de tristeza y miseria, en versos de belleza y vigor poético no muy usuales en la poesía política. Recuerdo haberlo tirado en el metro de La capital española, regando los andenes desde la última puerta del convoy en marcha, mantenida entreabierta. Uno o 2 camaradas se situaban de modo que la multitud en el vagón no se percatara de la maniobra, y quienes volvían a llenar los andenes recogían los papeles.
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Pero por norma general no cultivó ni alentó expresiones de odio tan coléricas como las despertadas por él en sus contrarios, y su testamento político se expresa en términos ponderados, quizá por encontrarse ya a las puertas de la desaparición. Pero no todo habían sido éxitos y Franco encarnaba, exactamente, entre los pocos descalabros graves de Stalin. Fracaso en un país quizá poco esencial en los órdenes demográfico o económico, si bien bastante más en el orden estratégico, en el cultural y también histórico; y, más que nada en el simbólico. Por algo la bibliografía de la guerra civil de españa –una derrota de Stalin, entre otras muchas cosas– fué tan colosal y prosigue el día de hoy en pleno auge. Reflejo por su parte de las pasiones que la acompañaron, mucho más fuertes que las asociadas a otros hechos del siglo XX de mayores secuelas materiales. Sería exagerado imaginar un Stalin obsesionado por la victoria de Franco, pues los inmensos triunfos de su trayectoria le compensaban ampliamente de aquel revés.
Los dirigentes no debíamos hacer aquellas cosas, pero a algunos nos proporcionaba una peculiar satisfacción, también por su cuota de riesgo. PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD. Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, pues has revelado los misterios del reino a la multitud sencilla. DIOS PROVEE. Dios, Dios provee a los pobre Dios provee. San Conrado, el portero bendito, que derrama torrentes de luz. Tú la cuna de nuestros amores, tú la cima de nuestra excelencia. Dejen que los pequeños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.
Y de este modo seguiría hasta 1975, año de su muerte por causas naturales tras una penosa agonía muy celebrada por varios de sus contrincantes, y bastante similar a la de otro dictador propio de la época, Tito, el comunista yugoslavo disidente de Moscú. La historia ha circulado por otras vías y quienes se atribuían la posesión del futuro han fracasado desastrosamente, pero nadie debería caer en una euforia precipitada y por fuerza banal. Poco adelantaríamos sin una entendimiento de los esquemas mentales que llevan al stalinismo o al nazismo, y ahora saldrán otros poseedores del futuro, porque está en la naturaleza humana la tentación de pensar y accionar de ese modo.
Afines A Beato Rosario Para Difuntos-Secretos Lacerantes
En el momento en que, tres años después de la oda, Jrúschof, sustituto de Stalin, admitió en su célebre informe parte de los crímenes del déspota, no pillaba a nadie de nuevas, y menos todavía a los comunistas, que habían imitado, donde habían podido, los métodos del “padre de los pueblos”. Jrúschof reconocía simplemente algo de lo archisabido, y la trascendencia de su informe reside solo en el carácter oficial del reconocimiento. Por contra, Franco era creyente católico, al parecer bastante fervoroso y convencido de la presencia de un cielo y un infierno. En alguna ocasión apuntó que la vida sería absurda sin la cuenta de un mucho más allá.