Cada hombre dice de qué forma capturó a la presa que perseguía. Aceptaban que la muchacha resultaba agraciada, tocaba el piano y bailaba como ninguna, pero había otras postulantes a ese galardón mucho más hermosas. La vieron parado en el estrado, con su vestido de organza y su corona de flores saludando a la muchedumbre y entre dientes la maldijeron. Por eso, ciertas de ellas se alegraron en el momento en que meses después el infortunio entró en casa de los Orellano sembrando tanta fatalidad, que se necesitaron veinticinco años para cosecharla. Oh, muy pocas… Que me lleve con usted a conocer señoras bien vestidas… como se visten en este momento.
Y el cuerpo de Roberto tambaleó vacío de vida, cayó con un son fláccido, los ojos inmensos de terror, la boca abierta en aullido prolongado como un canto. El hierro ahondó la herida con el movimiento, despedazó la carne, abrió un boquete como cloaca que bañó de inmundo vómito cuatro manos crispadas sobre exactamente la misma empuñadura. Pasaban los días y, pasándolos, Juan Joaquín iba aplicándose, en progresivo, empeñoso afán. La bonanza nada tiene que ver con la tempestad.
Eche Una Ojeada Ahora
No hay dudas; pero lo quiere sin promesa, y por ello es divino su amor. Active su período de prueba de 30 días gratis para desbloquear las lecturas sin límites. Esteban ha vuelto a abrazar su gallina cuando nos acercamos a las primeras casas. Le desata las patas para desentumecerla, y después él y su gallina desaparecen detrás de unos tepemezquites. Sobre el río, sobre las copas verdes de las casuarinas, vuelan parvadas de chachalacas verdes.
Desde el instante en que abrí los ojos me di cuenta que mi lugar no estaba aquí, donde yo estoy, sino en donde no estoy ni he estado jamás. En alguna parte hay un espacio vacío y ese vacío se va a llenar de mí y yo me asentaré en ese hueco que indiferentemente rebosará de mí, pleno de mí hasta volverse fuente o surtidor. Y mi vacío, el vacío de mí que soy ahora, se va a llenar de sí, pleno de sí, pleno de ser hasta los bordes.
No entiende de qué forma ha podido aguantar en el transcurso de un año esa risa de Luis, esa risa demasiado jovial, esa risa postiza de hombre que se ha adiestrado en la risa porque es necesario reír en determinadas oportunidades. Tal vez la vida consistía para los hombres en una serie de costumbres consentidas y continuas. Si alguna llegaba a quebrarse, probablemente se generaba el desbarajuste, el fracaso. Y los hombres comenzaban entonces a errar por las calles de la ciudad, a sentarse en los bancos de las plazas, cada día peor vestidos y con la barba más crecida.
Historia De La Biblia 105 Eliseo Y La Sunamita 2 Reyes 4:8-17
Aunque parezca mentira –esas vejaciones– ese continuo estrépito resulta mil ocasiones preferible a los momentos de tranquilidad y de silencio. Los tres policías se enternecieron con lo sucedido. Uno era de la Bretaña y contó que en su país sucedían cosas semejantes. A fin de que lleve a cabo algo por la señora… para que la recoja. Un señor mexicano es, donde quiera, siempre un caballero.
Las nueve y 40 y siete –repitió supersticioso y deseando que ella lo oyera. Pero ella se encontraba quieta, liberada de la hora, tendida en la cama de un cuarto económico de un hotel de gran lujo. Pero antes de la apuesta habían pasado varias cosas, y yo en este momento necesito recordarlas para que Hernán no las olvide.
Microrrelato De Vicente Huidobro: La Joven Del Abrigo Largo
Para los indios cocamas, la “madre” de la lupuna, el ser que habita dicho árbol, es una mujer blanca, rubia y singularmente bella. En las noches de luna, ella sube por el corazón del árbol hasta lo alto de la copa, sale a dejarse iluminar por la luz esplendente y canta. Sobre el océano vegetal que forman las copas de los árboles, la hermosa derrama su voz clara y alta, singularmente melodiosa, llenando la solemne amplitud de la selva. Los hombres y los animales que la escuchan quedan como hechizados. El mismo bosque puede aquietar sus ramas para oírla. En el momento en que se calló el bullicio de los perros moribundos, cedió la tranca, brincó el pestillo y los primeros hombres penetraron en la habitación, el Senador alcanzó a hacer seis tiros antes de perder el conocimiento.
Un sentimiento que logró que no siguiera profundizando en la obra de Juan Rulfo. Temor a no encontrar al Rulfo que me había conquistado con \’Pedro Páramo\’. Temor que no ha justo la pena y, lamentablemente, me llevó muchos años revisarlo.
El Liso En Llamas
Tiras usadas que el imperio repartía a Sudamérica para tranquilizar su conciencia. Trapos de diferentes colores, que los chiquillos se probaban entre risas y tirones. Y en medio de esa alegre selección, apareció un vestido, un largo y floreado camisón que los cabros sacaron calladamente del bulto. Lo extrajeron mirándose con maldadosa cooperación.
Mi posición no era muy favorable, confinado a una húmeda y sombría cueva. Boca arriba, paralizados mis movimientos, contemplando la insistente espera del podrido caballero de la negra capa. Como fondo de aquel desconsolador cuadro un pedazo de cielo de un azul triste desteñido. Al regresar a la redacción, el grupito de amigos del nuevo calla de pronto y se disuelve. Naturalmente, el portador de la magia les ha hecho un divertido discursito anunciando sus próximos minutos de gloria y jadeo. Tal y como si lo estuviesen viendo en un videotape.
La lupuna es uno de los más altos del bosque amazónico, tiene un ramaje gallardo y su tallo, de color gris plomizo, está guarnecido en la parte inferior por una especie de aletas triangulares. La lupuna despierta interés a primer aspecto y en grupo, al contemplarlo, produce una sensación de extraña hermosura. Como “tiene madre”, los indios no cortan a la lupuna. Las hachas y machetes de la tala abatirán porciones de bosque para levantar aldeas, o limpiar campos de siembra de yuca y plátanos, o abrir caminos.
Con todo lo que pasaba en temporada de Rulfo, uno precisa hundirse un tanto en esos temas para entender algunos puntos que el creador nos deseaba transmitir. No por ello, claro, ya no es un buen libro. Para todos aquellos que no tienen idea bastante sobre los pormenores históricos en los que estaba Rulfo para redactar sus proyectos, me parece que les sirve como ejercicio cultural. Seamos sinceros, en algún punto de nuestra vida este era nuestro país, esta era nuestra forma de vivir y no de ahí que nos demerita como país desarrollandose. En lo personal, cuando lo leí por vez primera hace bastante tiempo, me sirvió para darme una idea de lo que se escondía detrás de ese estereotipo que el planeta tiene del mexicano, de ese chaparrito moreno vestido de zarape y huaraches. Rulfo nos muestra hombres que, dentro de su ignorancia asimismo piensan y se sugieren cuestiones complicadas que uno prefiere enfrentar de otra manera.